Del 30 de noviembre al 12 de diciembre se ha llevado a cabo en Dubái la 28a Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, más comúnmente conocida como COP28.
El objetivo de esta edición ha sido, entre otros asuntos clave, buscar impulsar las energías verdes para una completa descarbonización de la economía.
Y entonces, ¿qué sentido tiene que la cumbre ambiental más importante del mundo se haya celebrado en uno de los diez mayores Estados productores de petróleo del mundo, el cual se opone además al abandono de los combustibles fósiles? ¿Y qué sentido tiene que haya sido presidida por Sultan al Jaber, director ejecutivo de ADNOC (Abu Dhabi National Oil Company), la empresa petrolera y gasística estatal de Emiratos Árabes Unidos que además está ampliado su producción de combustibles fósiles?
Para más sorpresa, Sultan al Jaber también es presidente de Masdar (Abu Dhabi Future Energy Co), una empresa de energía renovable establecida por el gobierno de EAU. Además, EAU se ha comprometido a convertirse en una nación neutral en carbono para 2050, algo inusual para un país cuya economía se basa en gran medida en la producción de petróleo y gas... ¿Será greenwashing?
Lo que está claro es que si la COP27 fue de transición, la COP28 puede considerarse como un punto de inflexión ya que, finalmente y tras largas negociaciones, la cumbre del clima cierra un acuerdo “histórico” (establece plazos y objetivos de reducción de emisiones, pero no especifica cómo alcanzarlos, salvo en términos muy vagos -Amnistía Internacional-) que abre la senda para dejar atrás el petróleo, el carbón y el gas, un texto firmado por los 200 países presentes. De hecho, es una de las negociaciones que ha supuesto un gran hito, junto con la celebrada en Kioto en 1997 (Protocolo de Kioto) y la de 2015 en París (Acuerdo de París). Pero, ¿los países firmantes llevarán a cabo acciones reales?
La extracción y la quema de combustibles fósiles y la consiguiente acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, en particular de dióxido de carbono, son la causa principal del calentamiento global, que está incrementando la frecuencia y la intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos, como tormentas, sequías e inundaciones.
Esta situación está provocando pérdida de vidas; daños a bienes e infraestructuras, destrucción de medios de sustento, alteración de ecosistemas y disminución de la biodiversidad, cosechas perdidas y escasez de alimentos, intensificación de la competencia por los recursos, y conflictos y desplazamientos de población, todo ello relacionado con una amplia variedad de abusos contra los derechos humanos.
Por todo ello, el acuerdo para un abandono gradual de los combustibles fósiles rápido, justo y financiado es fundamental para proteger los derechos humanos. Dirigentes gubernamentales y empresariales deben hacer mucho más por detener el creciente desarrollo de la producción de recursos de combustibles fósiles, incompatible con las obligaciones de los Estados en materia de derechos humanos y con el objetivo de limitar el calentamiento global por debajo de 1,5°C.